Titulares

San Juan quiere su río y no explotación minera

 Por Héctor Herrera Cabral


Los sanjuaneros se encuentran nuevamente en pie de lucha para evitar la explotación de la mina de oro y otros minerales en la comunidad de Romero, por el temor de que dicha acción atente contra la existencia del río San Juan, una fuente acuífera que para el Granero del Sur tiene la misma importancia que el Nilo para Egipto.


Este es un tema en el que no puedo ser imparcial, debido a que nací en Jínova, un campo de dicha provincia, aunque como periodista tengo el deber de manejarme con objetividad, y por eso he escuchado la versión de Goldquest Mining Corporation que es la empresa adjudicataria del yacimiento minero, he procurado la versión de los principales voceros del Movimiento que se opone a la citada explotación, y lo que dice la Academia de Ciencias de la República Dominicana.


He entrevistado en dos ocasiones al ingeniero Luis Santana presidente de Goldquest y, tanto en el programa D´Agenda como en De Entero Crédito, me ha dicho de los beneficios socioeconómicos que tendría San Juan, con inversiones millonarias y la generación de miles de empleos, si se explota la mina.


Cuando hemos tocado el tema del impacto ambiental, el ejecutivo empresarial jura que, más que daños, el río y la presa de Sabaneta resultarán ampliamente beneficiados, en conclusión, no habrá un pasivo ambiental porque ya la minería tiene técnicas de explotación muy avanzadas, amen de que, al ser una empresa que cotiza en bolsas de valores, tienen que cumplir con unos estándares internacionales en lo inherente a la preservación del medio ambiente y los recursos naturales.


En la otra campana, he conversado en mi programa de radio con el productor agropecuario y activista social Manuel Matos, quien no dudó en advertir que la explotación de la mina en Romero sería una sentencia de muerte para el río San Juan, con consecuencias devastadoras para la presa de Sabaneta y el río Yaque del Sur.


La empresa pide se le permita hacer un estudio de impacto ambiental, mientras las fuerzas vivas de San Juan no ceden un ápice, y bajo ningún concepto están dispuestos a conceder la dispensa más importante que es la licencia social.


Una imprudente y destemplada declaración del ministro de Energía y Minas Antonio Almonte, quien en vez de servir como árbitro y tratar de armonizar a las partes, que es el deber de todo servidor del Estado, incurrió en insultos y bravuconería contra los que se oponen a la explotación de la mina, eso ha provocado airadas reacciones de los sanjuaneros, y de la Academia de Ciencias de la República Dominicana.


Almonte dijo que “el gobierno no puede dejarse acorralar por ambientalistas radicales que se oponen al desarrollo de proyectos mineros, instando a que sean obviados e ignorados en sus consideraciones”.


Los sanjuaneros dijeron sentirse irrespetados por las declaraciones del funcionario, un hombre que se le tenía como prudente, pero, quizás, por la soberbia que da el poder se dirige de forma atropellante contra aquellos que disienten de su parecer.


Mientras que la entidad que agrupa a los hombres y mujeres de ciencias del país califica como grosera la declaración del ministro, quien se presenta ante la sociedad del siglo 21, como un promotor de la imposición, destierra el diálogo y la crítica u objeciones técnicas, negándose al debate.


Sobre el proyecto minero, la Academia de Ciencias considera “que el agua es un recurso imprescindible, y de Romero se conoce que puede afectar el río San Juan, afluente de primer orden del rio Yaque, curso hídrico de capital importancia del suroeste, tomando en cuenta que la explotación subterránea, no excluye la posibilidad de contaminación en las aguas, que del subsuelo brotan a la superficie en forma de arroyos, manantiales, norias o cañadas”.


San Juan es una provincia pacífica, de gente laboriosa, que por décadas ha sufrido la indiferencia de las autoridades en dotarla de servicios básicos, precisamente, porque sus habitantes no son propensos a las protestas por reivindicaciones de mejores condiciones de vida.


Pero, eso no quiere decir que no sea un pueblo con determinación, su historia está ahí, y en esta ocasión sus hombres y mujeres han decidido desechar ocho o diez años de cierto activismo económico a cambio del potenciar riesgo de ver morir su principal río, por lo tanto, San Juan quiere preservar sus aguas, quiere su río, y no quiere explotación minera. 

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